Los Andrews, con escasa experiencia en hostelería, tenían dificultades para fijar con confianza el precio de sus apartamentos. A menudo recurrían a tácticas reactivas, como igualar las tarifas de la competencia, que resultaban ineficaces. Fijar los precios con mucha antelación para los mayoristas era problemático y les resultaba difícil adaptarlos a las condiciones cambiantes del mercado. Su enfoque manual exigía mucho tiempo al personal, que lo adaptaba cuando podía, lo que daba lugar a errores. Oscilaban entre la sobrevaloración y la infravaloración al intentar seguir el ritmo de las fluctuaciones del mercado. Los propietarios sabían que necesitaban una solución mejor para optimizar los precios, aumentar el ADR y ofrecer a los clientes las mejores tarifas directas.